De la prehistoria a las civilizaciones mesopotámicas.
Desde los comienzos de la historia de la humanidad, evolución y perfumería han ido de la mano. Ya en las civilizaciones más antiguas encontramos pruebas arqueológicas y literarias que demuestran la utilización de aromas y ungüentos cuya utilización iba destinada tanto para cuidado corporal como para ofrendas religiosas.
Al igual que los colores o el ruido, los olores ya existían a la aparición del ser humano y, según fuentes del Museo del Perfume de Barcelona, ya desde la prehistoria, se cree que a través de la quema fortuita de unas ramas con el objetivo de calentarse o de alejar a las fieras comenzó a apreciarse en el ambiente un aroma procedente de las ramas, un aroma inédito nunca percibido antes.
Sin embargo, todo esto son conjeturas, posibles teorías sobre la primera manifestación de un aroma que más tarde evolucionaría en lo que hoy entendemos por perfume.
Las primeras pruebas tangibles que aparecen en la historia proceden de las antiguas civilizaciones mesopotámicas, cuna cultural de la civilización occidental. Fueron las primeras de las que se conoce que desarrollaban recetas de ungüentos, aromas y perfumes gracias a escritos en tablillas o a hallazgos como el del sepulcro de la reina Schubab de Sumeria, en la cual encontraron un pequeño recipiente con una filigrana dorada que en su día contenía la pintura de labios que usaba.
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